IV Edición: Recursos energéticos & mineros

Perder el miedo a la diferencia

Nuestra área de desarrollo ha sobrepasado “el barrio” o la familia. Nos vemos influenciados por personas a las que no conocemos, pero que a veces “envidiamos” a partir de las imágenes que suben a las redes sociales. No olvidemos que se trata de fotografías que muchas veces están preparadas para transmitir una vida perfecta o idílica, que nos hace dejar nuestras verdaderas metas para fijarnos en los sueños de otros.

Un estudio británico (de la aseguradora Schofields) ha resuelto que el 40% de los jóvenes, de entre 18 y 33 años, decide su destino de vacaciones basándose en Instagram. No solo influye lo que vemos, sino también lo que queremos reflejar. La investigación concluye que los millennials planean los viajes pensando en cómo quedarán las fotos en la red social.

Durante un instante de la vida, visualizamos nuestras verdaderas creencias y metas. Después, estas quedan diluidas en una mezcla de opiniones ajenas que adoptamos como propias. A esto lo llamo “huracán de presión social”, una de las etapas de “La arquitectura del ser”, donde el ser humano cae en la disolución de su propia identidad. Este tema lo abordaré en profundidad en el seminario “Maestría de vida”, en julio en Panamá.

El genio Albert Einstein señalaba: “La persona que sigue a la multitud normalmente no irá más allá de la multitud. La persona que camina sola probablemente se encontrará en lugares donde nadie ha estado antes”.

Necesitamos el apoyo de personas de confianza para alcanzar el éxito. Sin embargo, para transformarnos en seres excepcionales, debemos perder el miedo a la diferencia. En una multitud uniforme, nadie innova ni crece.

Un estudio publicado en la revista “Journal of Consumer Research” desvela cómo actuamos, según las personas que nos rodean. Esto tiene un doble filo: puede ser positivo o negativo. La investigación asegura que una persona resiste más una tentación —como saltarse la dieta— si tiene el apoyo moral a su alrededor. No obstante, también los demás pueden convertirnos en cómplices de una mala actuación.

Siempre es buen momento para reevaluar nuestras creencias y valores. Y ser conscientes de si son fieles a nosotros o si dependen del influjo de otros. Como decía la escritora Louisa May Alcott, “hasta las personas más insignificantes ejercen cierta influencia en el mundo”. ■

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