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Thony Da Silva Romero: Cooperación el reto de la Sostenibilidad

Sostenibilidad supone, “procurar la satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando así, un sano equilibrio entre el crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y la generación de bienestar social”, sin embargo, ser sostenible también implica incrementar la probabilidad de trascender, es decir, de mantener el negocio en el tiempo en la medida en que la empresa logre subsistir, a través de nuevos modelos de gestión que respeten al entorno en el que operan.

Lograr avanzar en favor de la sostenibilidad, implica la revisión del estado actual de las cosas, y de cómo deberán ser modificadas para adecuarse a las necesidades actuales y futuras. Ello depende de la voluntad, compromiso y toma de decisiones tangibles por parte de los grandes actores, tanto del sector público como privado, quienes permiten crear las condiciones para lograr dicho objetivo.

América latina está viviendo tiempos complejos, mayormente derivados por la profunda inequidad, desigualdad y pobreza que acumulan crecientes e insatisfechas expectativas sociales, esas de las que depende el bienestar colectivo y razón por la cual, en buena medida, vemos con preocupación una tendencia de elección política de característica pendular, marcada por ciudadanos que voltean desesperadamente de la derecha a la izquierda y viceversa, sin parecer encontrar aquello que pueda ofrecerles un camino sensato y equilibrado para generar el progreso, desarrollo y bienestar al que aspiran de manera consistente,permanente y sostenible.

Lograr este propósito de bienestar a partir del desarrollo sostenible, será posible gracias a la conjunción de mecanismos de diseño y planificación de las operaciones por parte del sector privado, así como de la formulación de políticas públicas y de Estado que atiendan las presiones naturales y consecuentes que amenazan, constantemente, con un sobrecalentamiento social.

Es allí donde los diversos sectores, privado, público y la sociedad civil organizada, deben profundizar su intervención en un trabajo conjunto, coordinado y eficiente, que contribuya a establecer esquemas de cooperación para atender las realidades que afectan a la sociedad en su conjunto.

Frente a los importantes esfuerzos del sector privado por incrementar la efectividad de sus contribuciones a la sociedad, sea a través de la Filantropía, Responsabilidad Social Empresarial (RSE), o a través de una combinación efectiva de éstas donde se privilegien las mejores prácticas de sostenibilidad, maximizando así, la atención a los puntos de impacto de su cadena de valor; se hace ineludible la incorporación de esa sociedad en el proceso de definiciones sobre cómo se llevarán a cabo tales contribuciones y con qué fin, alineando objetivos empresariales y medidas gubernamentales con expectativas sociales que, en estos tiempos, crecen exponencialmente y que hay que saber escuchar activamente.

La agenda 2030 de Naciones Unidas ha definido con claridad un camino demarcado por 17 objetivos, y un conjunto de metas para procurar mejorar las condiciones del planeta frente a los retos económicos, sociales y ambientales; ante esto, hace falta elevar el nivel de conciencia que propicie las necesarias voluntades y afiance los compromisos, con el trabajo que permita contribuir, desde el ámbito de los negocios y la actividad de cada uno de nosotros, a dichos objetivos.

República Dominicana posee una importante actividad empresarial que encuentra en sus organizaciones sectoriales, gremiales o asociativas, espacios para la discusión y actuación colectiva en torno a la sostenibilidad. Es así como se han conformado múltiples espacios, o han sido creadas organizaciones con objetivos muy específicos para trabajar en esa dirección.

Un buen ejemplo de ello es la Red Nacional de Apoyo Empresarial por el Medio Ambiente (ECORED), una alianza de empresas privadas que promueve, de forma permanente, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), contribuyendo con herramientas muy concretas, como la evaluación empresarial a través de “Indicarse”, influyendo de manera relevante en la agenda local, a través de su interacción con el Ministerio del Ambiente, y lleva a cabo, de manera consistente, su cita anual “Ganancias Sostenibles”, el evento de sostenibilidad más importante del Caribe, que en su reciente edición 2019 dedicó su tema central a la Innovación como factor de éxito para la sostenibilidad.

Por su parte, organizaciones como La Cámara Americana de Comercio de República Dominicana (AMCHAMDR), avanza en su contribución a elevar el estado de conciencia sobre los temas asociados a la sostenibilidad, a través de sus conversatorios “Diálogos Sostenibles”. Además, recientemente lanzó su “Guía Práctica de Sostenibilidad” (disponible en línea), una herramienta que facilita el camino a la inclusión de empresas que por su tamaño y/o ámbito, tal vez hoy están un poco más alejadas de una filosofía de trabajo sostenible.

Así como éstos, hay otros esfuerzos sectoriales que vale la pena conocer, pues nos habla de una tendencia que, más allá de poder ser considerada una moda, determina una nueva visión de hacer negocios. De hecho, muy probablemente en el mediano plazo, esta será la única manera de hacer negocios.

En el empresariado del país, se suma la acción de la “Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE)”, donde el tema tiene un espacio abierto y permanente de discusión a través de su “Comité de Sostenibilidad”, donde se aborda este tema a través de formación, exposición a mejores prácticas y promoción de temas claves, relacionados fundamentalmente al medio ambiente. Por su parte, la cúpula empresarial, el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), más allá de los acuerdos con el PNUD o su rol como miembro de la Comisión Interinstitucional de Alto Nivel para el Desarrollo Sostenible, da una clara demostración de relevancia a este tema, al colocar la sostenibilidad como uno de los temas críticos en su IX Convención Empresarial, estableciendo todo un eje de trabajo alrededor del tema, no sólo para el impulso de mejores prácticas y/o determinar prioridades operativas, sino para impulsar las alianzas como elemento clave que permita, como dice el refrán… “llegar más lejos”, y en este caso, “sin dejar a nadie atrás”.

Sin embargo, a pesar de los grandes esfuerzos que múltiples empresas, organizaciones, asociaciones y gremios realizan, siempre se corre el riesgo de que la falta de una adecuada coordinación termine generando solapamientos y una mayor dispersión de recursos y esfuerzos desde el sector privado, diluyendo así, la capacidad de ejecución y el impacto real y percibido de los aportes que desde este importante sector se realizan en favor de la sociedad.

Vale la pena destacar en esta dirección, el ejemplo que representa la Asociación de industrias de República Dominicana (AIRD) con su esfuerzo de “Economía Circular”, un modelo de desarrollo económico y de negocios que propone recuperar materiales ya procesados, convertirlos de nuevo en materias primas reutilizables, con el fin de eficientizar costos y proteger al medio ambiente. Lo interesante de este proyecto, es que la AIRD, junto a cerca de una veintena de sus socios, Ecored, la Asociación Dominicana de la Industria del Plástico (ADIPLAST), la Asociación Dominicana de Cemento (ADOCEM) y la Asociación de Industrias de Bebidas No Alcohólicas (ASIBENAS), con el apoyo del BID-LAB, está logrando que las empresas trabajen de manera conjunta y no como silos, integrando en este esfuerzo a los ayuntamientos, gobierno y otras instituciones, para promover una cultura que fomente el reciclaje y la economía circular a través del “Programa de Innovación y Re-Manufactura en los sectores del plástico y construcción”.

Alineaciones de esta naturaleza permiten generar un efecto multiplicador de beneficios, y para ello, se hace indispensable una evaluación integral y experta de los diversos grandes proyectos en curso en el país, así como la formalización de los procesos de rendición de cuentas, basados en indicadores de resultados medibles y comparables, para asegurar, no sólo el buen uso de los recursos, sino también, la satisfacción específica de necesidades que tales recursos y esfuerzos pretenden atender.

Esta realidad presenta grandes retos. Existen obstáculos relevantes que a veces impiden la cooperación con eficiencia, dada la influencia de elementos como la desconfianza entre las partes, la inexperiencia gerencial, la falta de diálogo para llegar a acuerdos, e incluso los “celos” o la “vanidad”, entre muchas otras razones. Sin embargo, es indispensable continuar la transición, desde una aproximación vertical de la contribución social (paternalismo), a una visión más horizontal (solidaria), donde cultivemos la responsabilidad individual como base para la creación de la conciencia colectiva de responsabilidad social, construyendo nuevos espacios de diálogo entre sectores para la búsqueda de mejores prácticas y esquemas eficientes de cooperación que impulsen, “de abajo hacia arriba”, nuevas actuaciones, proyectos y políticas públicas incluyentes que faciliten la operación de los esfuerzos en aras del mejor resultado posible.

Parte de estos retos se deben enfrentar desde la base del conocimiento, y allí la academia juega un rol muy relevante, tal como lo hacen instituciones educativas de educación superior como Barna Management School a través de su Centro Inicia de Investigación en Sostenibilidad, dedicado al estudio especializado de este tema.

Al final, todos los esfuerzos en favor de la sostenibilidad y como se llevan a cabo, descansa en decisiones, esas que definirán nuestra capacidad y oportunidad para trascender y prosperar en un mundo cada vez más exigente, atento a nuestro comportamiento y empoderado para decidir quienes permanecerán y quienes no.