Hace unos días me di cuenta de que el frutero que tiene años en la esquina de la calle donde
resido cambió su triciclo. Ese detalle puede pasar desapercibido para mucha gente, pero para
mí es una muestra de progreso. Así que no dudé en detenerme a felicitarle por su nueva
adquisición y, por supuesto, a contribuir con su negocio comprándole las mandarinas que tanto
me gustan.
Luis, como se llama este microemprendedor, sonrió cuando lo abordé y le dije que había notado
que su triciclo era distinto. Orgulloso me contó que había ahorrado para lograrlo. Su viejo
triciclo era alquilado (pagaba RD$100 diarios) y ya le daba problemas de movilidad, por lo que
se puso de meta ahorrar RD$25 diarios.
Aunque no siempre pudo sacar ese dinero de sus ganancias, porque dependía de la venta del
día, se mantuvo enfocado hasta que logró reunir RD$10 mil en una alcancía. La misma mañana
en que se percató de que había cumplido la meta, se dirigió a un almacén a comprar el triciclo
para evitar usar el dinero en un imprevisto. Se sintió liberado cuando le dieron su factura de
recibido y salió pedaleando su “luiciclo”, como su hijo le llamó al vehículo cuando vio a su papá
llegar a la casa.
Le pregunté por qué no había ahorrado en un banco y me dijo que no tenía cuenta. Lo animé a
hacerlo para que tuviera la posibilidad de aplicar a una financiación, en caso de querer adquirir
un vehículo, una vivienda o un préstamo personal para solucionar algún inconveniente. Tras
esto me confesó que era la primera vez que ahorraba en su vida y quedó motivado de volver a
hacerlo, así que lo pensaría.
Le dije que no dejara de analizarlo, pues como él hay 2,500 millones de personas en el mundo
que no utilizan los servicios financieros formales, según cifras del Banco Mundial, y tienen que
recibir su nómina vía cheque, pagar los servicios haciendo filas y no pueden realizar compras
por internet… por lo que además de tiempo, también pierden dinero.
Luis, sorprendido, me preguntó cómo sabía eso y le hablé brevemente de lo que hacemos en
MIO y de por qué creemos en la inclusión financiera, en la democratización del acceso a
servicios financieros, así como en proporcionar conocimientos y herramientas simples que
permitan a la gente tomar buenas decisiones acerca de sus finanzas.
Le expliqué que somos la primera y única solución en brindar una mirada exhaustiva al
problema de la inclusión financiera y al de las personas que, como él, necesitan que los
acompañen en sus desafíos con créditos o a planificar sus ahorros e inversiones.
En este punto me adelanté a aclararle que no somos un banco, somos algo nuevo, diferente y
tenemos un camino por recorrer a través de la innovación constante, tratando de llevar
propuestas de valor a quienes confían en nuestros servicios. Por eso, estamos creando una
nueva categoría.
También le conté acerca de la tecnología financiera o Fintech, de que puede contribuir con que
los servicios de banca sean universales, acortando el tiempo y la distancia, especialmente con el
uso de los teléfonos móviles. A Luis todo esto le pareció increíble, sobre todo porque no sabía
que podía usar su móvil para llevar un control de su dinero.
“¿Y qué ganan ustedes con todo esto?”, preguntó curioso.
“Ganamos un país mejor”, le contesté. El futuro del desarrollo del país empieza desde el
crecimiento de cada individuo. De ahí que nuestro compromiso sea trabajar arduamente para
que la inclusión financiera impulse la prosperidad en cada hombre y mujer de esta hermosa
nación caribeña.
Luis me miró sonriente y me dijo que las mandarinas iban por su cuenta. Cuando le pregunté la
razón, me dijo que él también quiere un país mejor para su hijo y se alegraba de conocer a
alguien que estaba trabajando para que fuese posible. Le agradecí el noble gesto. No todos los
días se reciben mandarinas a tan buen precio.
También le conté acerca de la tecnología financiera o Fintech, de que puede contribuir con que
los servicios de banca sean universales, acortando el tiempo y la distancia, especialmente con el
uso de los teléfonos móviles. A Luis todo esto le pareció increíble, sobre todo porque no sabía
que podía usar su móvil para llevar un control de su dinero.
“¿Y qué ganan ustedes con todo esto?”, preguntó curioso.
“Ganamos un país mejor”, le contesté. El futuro del desarrollo del país empieza desde el
crecimiento de cada individuo. De ahí que nuestro compromiso sea trabajar arduamente para
que la inclusión financiera impulse la prosperidad en cada hombre y mujer de esta hermosa
nación caribeña.
Luis me miró sonriente y me dijo que las mandarinas iban por su cuenta. Cuando le pregunté la
razón, me dijo que él también quiere un país mejor para su hijo y se alegraba de conocer a
alguien que estaba trabajando para que fuese posible. Le agradecí el noble gesto. No todos los
días se reciben mandarinas a tan buen precio.
Nota: Este es el primer artículo de una serie de tres.
Sobre el Autor
Daniel Otero
En la actualidad, forma parte del Comité Ejecutivo de MIO, donde ocupa la posición de Chief
Executive Officer (CEO).
Es considerado por Professional Risk Managers’ International Association (PRMIA) como uno de
los 30 profesionales internacionales más destacados por su contribución y liderazgo en la
gestión del riesgo moderna.
Su trayectoria en el sector de las Finanzas, en donde ha ocupado posiciones de vicepresidencia
ejecutiva y dirección en bancos internacionales y locales, así como consultoras internacionales,
le han servido de plataforma para ser orador, consultor y autor de diversos artículos para
prestigiosos medios de comunicación.
Estudió Contabilidad en la Universidad de Buenos Aires, especializándose en finanzas, VaR,
técnicas econométricas y administración del riesgo en Inglaterra, y es CPA en el Consejo de
Profesionales de Ciencias Económicas de la Capital Federal.