IV Edición: Recursos energéticos & mineros

El misterioso regreso de la Coca-Cola a Cuba

Esta es la fascinante historia de la compenetración de un cubano con su país, de su amor patrio y de un legado que quiso dejar ante la inminencia de su prematura muerte.

Roberto Goizueta nació en La Habana en noviembre de 1931. Murió en octubre de 1997 en Atlanta, Georgia. Por el camino dedicó su vida a uno de los símbolos irreversibles de la cultura estadounidense y protagonista de este texto, la Coca-Cola, uno de esos que se integran en la historia sociocultural del país; lo que se conoce como una “americana”. Todavía se discute qué es más importante en Estados Unidos: si Mickey Mouse o la famosa bebida.

Goizueta comenzó su vida laboral como vendedor de la Coca-Cola en la provincia de Pinar del Río, Cuba, durante los años 50 del pasado siglo, y dejó la empresa siendo su CEO (director general), dándole un nuevo rumbo que terminó convirtiendo a la Coca-Cola en el refresco más consumido en el mundo.

La marca salió de Cuba después del triunfo de la Revolución en 1959. Sus embotelladoras fueron nacionalizadas, como sucedió con toda firma estadounidense. La familia Goizueta entonces abandonó el país, como lo hicieron miles de cubanos de la clase empresarial al servicio de multinacionales estadounidenses.

 

Un preámbulo

Esta historia fue construida a lo largo de varias décadas, a partir del testimonio de varias fuentes, algunas ya fallecidas, y confirmada por otras y por documentos oficiales estadounidenses. No obstante, hasta hora siempre la he visto como una curiosidad personal que fui archivando en mi memoria, un hallazgo antropológico que, a mi juicio, no debe morir en el olvido.

La Coca-Cola fue una herramienta diplomática de Estados Unidos en el diálogo de Washington con Beijing y Moscú; como la McDonald´s, que tiene un contrato con la marca de por vida. A pesar de lo que se sostiene en algunos circuitos de debate, la empresa ha dado empleo a mucha gente en la región latinoamericana; aunque no siempre con los mejores salarios. Personalmente, la bebida que comercializa la marca no me gusta mucho, pero vayamos a la historia.

 

La historia

La primera vez que me di cuenta de que algo estaba cambiando, Cuba abría su turismo a Occidente. Fue a finales de 1979. Las excursiones turísticas estaban dejando de ser un monopolio de los “amigos de Cuba”. Empresas como Transtur y otras comenzaron a recibir a grupos de países capitalistas, como se solía decir en esa época. El centro de toda la operación estaba en el hotel Habana Libre, en ese entonces la instalación de su tipo más importante de El Vedado.

Una mañana, a principios de los años 80, me bajo de un autobús frente al hotel y veo una pequeña cola delante de un máquina expendedora de refrescos. Hay que aclarar que por esa época ya habían inventado los primeros “chavitos”, la llamadas “monedas Intur”; la gente las depositaba en ese aparato y recibía un refresco a cambio. Descubrí entonces que los clientes ambulantes buscaban laticas de…¡Coca-Cola!. Costaban entonces 25 centavos Intur. El refresco volaba. ¿Cómo? Eso lo supe años después y es algo cómico. Semanas más tarde, las colas se incrementaron y rápidamente se supo por qué. Resulta que alguien en el Habana Libre decidió usar la máquina también para vender cerveza de lata y la gente descubrió que la moneda de 25 centavos Intur tenía el mismo diámetro de la peseta cubana (20 centavos). Resultado: en una Habana con dificultades para encontrar lugares para beber cerveza, los “curdas” con abundancia de pesetas descubrieron El Dorado y ahí montaron guardia. No duró mucho, pero fue bastante apoteósico.

Días después, en las tiendas que comercializaban en dólares en los hoteles comenzaron a aparecer latas de Coca-Cola embotelladas en Holanda. Pero era un misterio. Las empleadas se limitaban a decir que las recibían de los almacenes.

Roberto Goizueta. Foto: Fortune

Me tomaría aún varios años desentrañar aquel misterio. Un día estaba trabajando en la misión diplomática de Estados Unidos en La Habana cuando me cayó en las manos un cable desclasificado que contaba de una gestión realizada por Goizueta para que la Coca-Cola volviera a circular en Cuba.

Todo indica que, sabiéndose enfermo con una dolencia muy difícil de tratar, Goizueta se planteó el viejo sueño del regreso del refresco al país. El Departamento del Tesoro le dio una respuesta negativa a causa del embargo económico: no podría ni exportarla a la Isla, ni mucho menos construir una embotelladora. En Cuba se comercializaba refresco negro, pero no era una “cola”, sino la versión doméstica del refresco, llamado Ironbeer que muchos en Miami conocen.

Sin la aprobación del gobierno no había, por tanto, nada qué hacer; exceptuando una decisión política. Goizueta era consciente de la importancia del símbolo de la Coca-Cola y en ese momento estaba en la Casa Blanca otro emblema de la sociedad estadounidense: el actor Ronald Reagan. El empresario fue hablar con él. No se saben con exactitud los argumentos que utilizó ante el mandatario, pero este, obviamente, compró la idea. Tiempo después aparecieron las latas de Coca-Cola, embotelladas en Holanda, en los circuitos turísticos cubanos; haciéndole la competencia a la Tropicola, la versión nacional del mismo tipo de refresco.

Como se puede concluir, llevar una lata de Coca-Cola de Europa al Caribe resultaba carísimo. Una pérdida que la empresa asumía apenas por el amor de Goizueta al producto, pero que debió interrumpir durante un par de años hasta que a alguien se le ocurrió montar en el estado mexicano de Quintana Roo —territorio cercano a la provincia cubana de Pinar del Río, donde nació Goizueta—, una embotelladora para el mercado de la Isla.

Y así ha funcionado desde entonces. Goizueta logró ver su sueño hecho realidad. La última vez que estuve en Cuba, la vi en el refrigerador del bar del hotel Inglaterra. A pesar de ser fabricada en México, la botella es más pequeña que la que circula en ese país, para diferenciarlas. Y dice: “embotellada en Quintana Roo”. Me dijo el cantinero que se agotaba rápido porque es una marca fácilmente identificable por los turistas, quienes seguramente no saben que lo consumen allí por el amor de un cubano a un refresco que, si bien era un símbolo de la Guerra Fría, logró derrotarla antes de que se viniera abajo el Muro de Berlín.

Sí, creo que si tomamos como referencia el regreso de la Coca-Cola a Cuba, puede decirse que el fin del enfrentamiento Este-Oeste comenzó a tejerse en el Caribe.

Autor:

Foto: Rui Ferreira