Un enfoque de gestión de riesgos para los negocios sostenibles

En el contexto de los múltiples fenómenos ambientales de riesgo que han ocurrido en la región en el último año, es necesario abordar las complejidades que involucra la política pública en Latinoamérica de manera que los proyectos de inversión incorporen como enfoque la gestión del riesgo ambiental. El riesgo es un proceso dinámico cuyos escenarios son cambiantes. El riesgo existe y cambia antes, durante y después del desastre.

La incorporación de la gestión del riesgo en los planes, proyectos y esquemas de desarrollo se considera una estrategia fundamental para garantizar su sostenibilidad y la seguridad de la inversión pública. Esta prioridad se refleja también a nivel global en el segundo objetivo estratégico de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de la ONU, que se refiere al incremento medible de las inversiones en proyectos orientados a la reducción de desastres. Para hacer avanzar a nuestras sociedades es necesario incorporar: gestión del riesgo, adaptación al cambio climático y desarrollo sostenible.

Pero los desastres no solo son naturales. En el contexto actual de integración entre la realidad física y digital del mercado, es necesario considerar los ciberriesgos como una amenaza real, constante y expansiva para la continuidad de negocio y la existencia misma de un mercado libre. Con el rápido avance de las herramientas tecnológicas se crea un contexto regulatorio insuficiente e incapaz de hacer frente a este riesgo. A esto se suma la falta de una legislación comprensiva sobre el uso ético de la inteligencia artificial y la tecnología cuántica, y este mundo nuevo que hemos creado puede colapsar.

Desde el surgimiento de la noción de gestión del riesgo de desastres a finales del siglo XX se logró un cambio muy importante en la concepción acerca de los desastres, que hasta entonces eran vistos como “naturales”. Poco después se desarrolló otra noción, la de adaptación al cambio, que se articula de forma sinérgica a la primera. Ambas nociones derivan de una perspectiva de desarrollo sostenible, el cual, para ser logrado, debe necesariamente fundamentarse en la articulación de esas dos prácticas a los procesos de planificación e inversión pública-privada, desde los cuales se impulsa el desarrollo en sus diferentes niveles, tanto local, como regional, nacional e incluso global.

Para lograr integrar la gestión de los diferentes riesgos actuales, es necesario una estrategia nacional y regional para guiar al sector público y privado, en sus consideraciones de prevención y mitigación de crisis. En el estado actual de Latinoamérica, los estados no tienen el conocimiento y las empresas no tienen la capacidad de hacer frente al contexto multi-riesgo. Los riesgos ambientales tienen una amplia capacidad territorial de impacto y los cibernéticos apuntan directamente al sistema nervioso del mercado.

Los riesgos cibernéticos vienen de la tecnología, pero van más allá. El Internet de las Cosas interconecta sistemas y maneja datos en sectores cruciales, como el sistema financiero, los sistemas agrarios, el sector de la logística y el comercio global, y de esa misma forma son vulnerables a los riesgos cibernéticos, y en ese sentido, nosotros somos vulnerables a los mismos, incluso en el mundo físico.

Tenemos que dejar de ver la tecnología o lo cibernético como algo únicamente inmaterial, si su existencia se deriva e impacta el mundo físico. El internet y la nube no viajan por el aire, estos existen en el mundo físico a través de servidores, centros de datos, cables, los cuales consumen energía y generan residuos, por ende, contaminan e impactan el medio ambiente; exacerbando los riesgos ambientales.

La tecnología contribuye al desarrollo de la sociedad, a la interconexión, a la evolución de los procesos, y por eso debemos mirar el contexto actual desde una perspectiva más holística y centrada en la comunidad, para así entender que la tecnología también es uno de los caminos para combatir el daño ambiental.

Si bien la gestión de riesgos ambientales y cibernéticos requieren diferentes enfoques y prácticas, no deben ser independientes, y así como uno puede afectar al otro, se pueden complementar para gestionar y así disminuir los riesgos en el otro.